Todo empezó en el
cielo, pues Cupido, en un arrebato de adolescencia rebelde y
traviesa, decidió bajar aquel día a la Tierra a buscar unas almas
perdidas en aquel loco mundo. Aquel día de verano fue un día
especial, se interpuso entre tú y yo y cumplió con su cometido.
Yo me dirigía al
recinto de El Puzzle y al mirar hacia arriba mientras caminaba, las
luces de la ciudad giraban en mi cabeza y se me pasaba por ella la
posibilidad de volver hacia atrás sobre mis pasos, llegar a casa y
tirarme a la cama. Después de un duro día de trabajo, estaba
agotado.
Pero algo me decía
que no, que había que seguir hacia adelante, que aquella noche sería
especial. Hacía desaparecer las ganas de rendirme y las horas de
soledad que durante el día me habían acompañado y que sólo me
hacían pensar a dónde habría de ir esa noche. Las piezas del
puzzle estaban dispuestas y preparadas.
Vaya, el amor es la
razón, que la vida a veces solitaria, te hace pensar que quizás
seas un extraño, que nunca conocerá la respuesta a esas preguntas
que a veces se lanzan al aire y caen al océano, y que en algún
lugar hay alguien que junto a uno mismo, se fundan sus corazones y
laten como uno solo. Es fácil encontrar la respuesta si son dos, es
muy duro si sólo es uno.
Entonces al entrar
tuve la visión, allí estabas en un rincón con tus amigas, al igual
que un ángel aguardando la oportunidad de llevarse a alguien, en
línea directa hacia las estrellas del cielo, fundiéndose en un halo
de luz en la noche, atravesando el frio viento helado como fuego.
Teníamos casi 17 años y como si fuese Anteros, dios de la pasión, estando junto a ti, yo crecía en adolescencia, en madurez y me transformaba en un hermoso joven, pero cuando nos separábamos, volvía a ser un niño.
Un niño que a su vez anhelaba ser un hombre formando así parte del tren de la vida.
Todas las personas
crecemos y cambiamos a lo largo de nuestra vida, pero durante los
primeros años de la adolescencia, la rapidez de estos cambios
vividos a tu lado, fueron particularmente evidentes. Mi abuela me lo
decía... Te has echo un hombre!
Durante los primeros
años de nuestra adolescencia juntos, fueron maravillosos. La
relación entre la edad verdadera que teníamos como niños y los
procesos químicos que experimentábamos como adolescentes, se podría
intentar explicar como aquellas mariposas en el estómago, pero eso
es inexplicable, hay que sentirlo... hay que vivirlo.
Entonces, quería
darle un rumbo a mi vida, quería vivir tu compañía y decidí dejar
atrás la niñez. Por las noches en invierno, ya acostado y mientras
escuchaba las baladas de Modern Talking, soñaba que me acompañabas
en las noches frías, y entonces yo te convertía en mi princesa para
toda la eternidad, y poder subirte en un altar y pronunciar el "sí
quiero" junto al mar...
Como dijera
Shakespeare, “ El amor no mira con los ojos, sino con el espíritu;
por eso pintan ciego al alado Cupido; y ciego a veces estoy y tengo
sueños solitarios, sueños donde mato a los tristes recuerdos en una
ola de dolor y miedo. Pero me consuelo al creer que somos almas
gemelas, ya que eso viene desde nuestras vidas pasadas, que se
reencuentran en nuestro presente.
Temo que algún día
me rompas el corazón, y entonces escucho un grito en eco. Sé que no
está bien robar corazones, cada uno tiene su destino y aunque juntos
emprendimos nuestra misión en el Universo, no es malo que por el
camino, derramemos lágrimas de amor, pues nos quedarán los
recuerdos más preciados, que tenemos a través de los años vividos.
En el ahora, en
éstos tiempos confusos, todos ellos están pasando uno por uno,
recuerdos en el dolor y las lágrimas sufridas, pero que sólo serán
eso, recuerdos.
Como un héroe
ganador sonrío de nuevo, y voy a seguir jugando este juego. Seré un
ladrón intentando robarte tus sonrisas y tu corazón. Sólo necesito
tiempo y aunque a veces me hagas llorar en el intento, tendré la
recompensa que quiero.
Juntos decidimos
traer al mundo dos hermosos seres, nuestros hijos.
Qué mejor prueba para manifestar al mundo nuestro amor. Pero el
mundo no tiene que convencerse ni comprobar nada, es un mero
espectador que como telegrama viaja por nuestro sueño acompañándonos
en un viaje que sólo Dios sabe su destino.
Nos conocimos hace
10, 20 años? Qué más da, el tiempo no importa, importa el momento,
el ahora. Y aunque pasen ardientes veranos y no pueda darte todo lo
que quisiera, no importa que no sea un Grey ni me acompañen 50
sombras, sólo me importas tú y te daré lo que me pidas, pero en
éstos momentos de delirio incandescente sólo quiero decirte una
cosa sencilla, profunda y verdadera:
A. David Palacios
No hay comentarios:
Publicar un comentario