miércoles, 11 de febrero de 2015

CUPIDO, TÚ Y YO

Todo empezó en el cielo, pues Cupido, en un arrebato de adolescencia rebelde y traviesa, decidió bajar aquel día a la Tierra a buscar unas almas perdidas en aquel loco mundo. Aquel día de verano fue un día especial, se interpuso entre tú y yo y cumplió con su cometido.
Yo me dirigía al recinto de El Puzzle y al mirar hacia arriba mientras caminaba, las luces de la ciudad giraban en mi cabeza y se me pasaba por ella la posibilidad de volver hacia atrás sobre mis pasos, llegar a casa y tirarme a la cama. Después de un duro día de trabajo, estaba agotado.

Pero algo me decía que no, que había que seguir hacia adelante, que aquella noche sería especial. Hacía desaparecer las ganas de rendirme y las horas de soledad que durante el día me habían acompañado y que sólo me hacían pensar a dónde habría de ir esa noche. Las piezas del puzzle estaban dispuestas y preparadas.

Vaya, el amor es la razón, que la vida a veces solitaria, te hace pensar que quizás seas un extraño, que nunca conocerá la respuesta a esas preguntas que a veces se lanzan al aire y caen al océano, y que en algún lugar hay alguien que junto a uno mismo, se fundan sus corazones y laten como uno solo. Es fácil encontrar la respuesta si son dos, es muy duro si sólo es uno.

Entonces al entrar tuve la visión, allí estabas en un rincón con tus amigas, al igual que un ángel aguardando la oportunidad de llevarse a alguien, en línea directa hacia las estrellas del cielo, fundiéndose en un halo de luz en la noche, atravesando el frio viento helado como fuego.

Teníamos casi 17 años y como si fuese Anteros, dios de la pasión, estando junto a ti, yo crecía en adolescencia, en madurez y me transformaba en un hermoso joven, pero cuando nos separábamos, volvía a ser un niño.


Un niño que a su vez anhelaba ser un hombre formando así parte del tren de la vida.

Todas las personas crecemos y cambiamos a lo largo de nuestra vida, pero durante los primeros años de la adolescencia, la rapidez de estos cambios vividos a tu lado, fueron particularmente evidentes. Mi abuela me lo decía... Te has echo un hombre!

Durante los primeros años de nuestra adolescencia juntos, fueron maravillosos. La relación entre la edad verdadera que teníamos como niños y los procesos químicos que experimentábamos como adolescentes, se podría intentar explicar como aquellas mariposas en el estómago, pero eso es inexplicable, hay que sentirlo... hay que vivirlo.

Entonces, quería darle un rumbo a mi vida, quería vivir tu compañía y decidí dejar atrás la niñez. Por las noches en invierno, ya acostado y mientras escuchaba las baladas de Modern Talking, soñaba que me acompañabas en las noches frías, y entonces yo te convertía en mi princesa para toda la eternidad, y poder subirte en un altar y pronunciar el "sí quiero" junto al mar...

Como dijera Shakespeare, “ El amor no mira con los ojos, sino con el espíritu; por eso pintan ciego al alado Cupido; y ciego a veces estoy y tengo sueños solitarios, sueños donde mato a los tristes recuerdos en una ola de dolor y miedo. Pero me consuelo al creer que somos almas gemelas, ya que eso viene desde nuestras vidas pasadas, que se reencuentran en nuestro presente.

Temo que algún día me rompas el corazón, y entonces escucho un grito en eco. Sé que no está bien robar corazones, cada uno tiene su destino y aunque juntos emprendimos nuestra misión en el Universo, no es malo que por el camino, derramemos lágrimas de amor, pues nos quedarán los recuerdos más preciados, que tenemos a través de los años vividos.

En el ahora, en éstos tiempos confusos, todos ellos están pasando uno por uno, recuerdos en el dolor y las lágrimas sufridas, pero que sólo serán eso, recuerdos.

Como un héroe ganador sonrío de nuevo, y voy a seguir jugando este juego. Seré un ladrón intentando robarte tus sonrisas y tu corazón. Sólo necesito tiempo y aunque a veces me hagas llorar en el intento, tendré la recompensa que quiero. 

Juntos decidimos traer al mundo dos hermosos seres, nuestros hijos. Qué mejor prueba para manifestar al mundo nuestro amor. Pero el mundo no tiene que convencerse ni comprobar nada, es un mero espectador que como telegrama viaja por nuestro sueño acompañándonos en un viaje que sólo Dios sabe su destino.

Nos conocimos hace 10, 20 años? Qué más da, el tiempo no importa, importa el momento, el ahora. Y aunque pasen ardientes veranos y no pueda darte todo lo que quisiera, no importa que no sea un Grey ni me acompañen 50 sombras, sólo me importas tú y te daré lo que me pidas, pero en éstos momentos de delirio incandescente sólo quiero decirte una cosa sencilla, profunda y verdadera:






 A. David Palacios

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