De camino a la
Legión.
Llegamos a puerto y
desembarcamos y pude comprobar que aunque se respiraba aire
mediterráneo, para nosotros aquello eran otras tierras, otro mundo.
Después de pasar
los macutos por aduanas, un grupo de soldados estaban en la salida
informándonos de adónde debíamos de ir, y en los aparcamientos del
edificio del puerto se encontraban 2 camiones militares con más años
que el chupete de Chanquete.
Nos formaron en
filas y nos pasaron listas. Sólo dos reclutas no se habían
presentado.
Un mando militar nos
empezó a informar de que antes de ir a nuestro destino ya designado,
nos llevarían a la Legión para que tuviéramos la oportunidad de
alistarnos pues era cosa voluntaria.
Nos llevaron al
cuartel del Tercio de la Legión y al pasar por el arco de la entrada
me fijé en la lectura anacrónica de sus muros. Nos invitaron
amablemente a entrar en un salón enorme dispuesto para la ocasión
dónde se encontraban grupos de mesas con 10 sillas cada una en la
cuál había un legionario vestido con el uniforme de paseo.
Nos iban informando
que debíamos de sentarnos en las sillas, que iba a empezar el
espectáculo, pues nos iban a poner una película en una pantalla de
proyección.
Nos pusieron una
película donde nos explicaban que la Legión era chachi piruli, que
lo pasaríamos bomba ( jiji ) y que nos divertiríamos mogollón.
Ah y nos pagarían
12,500 pesetas al mes. Pa morirse desde luego... jajaja.
Entiendo que tenían
que adornar todo aquello pues al ser decisión voluntaria, pues algún
aliciente de ésa índole podría convencer a más de uno.
Me pareció una
estrategia muy convincente pero perdonad que os diga que aunque soy
mu patriota y me hubieran adornado a la querida cabra...
un poquito de pó favó!!
un poquito de pó favó!!
Entonces una vez finalizada la proyección del vídeo, el soldado comenzó a explicarnos más detalles de la vida del legionario. Y mientras nos hablaba, por una de las enormes ventanas del edificio que nos encontrábamos, vimos un desfile legionario. Me entró tal estrés, que si en algún momento tenía ganas de apuntarme, automáticamente ese deseo se disipó al ver aquello. Aunque respeto y admiro a esa parte del ejército, no va conmigo.
Me fijé que el
soldado de mi mesa mientras nos iba comentando y respondiendo a las
preguntas que les hacíamos, tenía un ojo morado. No mu convencido
nos dijo que se había caído haciendo las “ tareas “ diarias.
Me parto y me
mondo...jajaja.
En fín que cuando
todo aquello terminó, sólo 4 reclutas se apuntaron. El resto
salimos de allí a más de mil...glupp.
Al salir del
edificio, nos volvieron a formar y a pasar lista y comenzaron a
nombrarnos uno por uno y a darnos nuestros destinos finales.
A mi me tocó en el
acuartelamiento Monte Hacho, sede del Grupo de Artillería de Costa y
el Grupo de Artillería Antiaérea VI de Ceuta.
Yo en ése instante
no entendí nada, pues entre los nervios, lo de la legión y aquel
ambiente tan extraño sólo pensaba en una cosa... Quiero ir con mi
mamá!
Nos montamos en
nuestros respectivos camiones dispuestos como los animales que van al
matadero.
Me hacía gracia ver
el rostro de mis compañeros pues seguro que era fiel reflejo del que
yo tenía en esos momentos.
Cuando llegamos
arriba, pues el cuartel estaba en la cúspide de una monte, tuve la
primera impresión que se me quedó marcada para siempre en el
subconsciente.
En la entrada,
presidiendo la fortaleza se encontraban dos piezas de artillería
antiaérea más viejas que los zapatitos de bebé del rey Alfonso
XIII.
Eran ya casi las 8
de la tarde cuando entraron los camiones en el interior del cuartel y
nos bajamos a formar de nuevo.
Nos llevaron en fila
hacia la armería para darnos los uniformes y explicarnos varias
cosas sobre aquel lugar y algunos consejos de cómo estaba
distribuido el cuartel. Nos llevaron hacia la camareta para
asignarnos nuestra cama y taquilla, dejamos las cosas allí y nos
llevaron al comedor para cenar.
Después formamos de
nuevo para pasar otra vez lista, el sargento de guardia nos dió un
pequeño discurso de bienvenida y nos dirigimos a nuestras camas para
finalizar el primer día en mi nueva aventura, pero nunca olvidaré
una escena que vi al entrar en el edificio. Una escena que ni en una
película de terror de la época.
En la fachada de uno
de los edificios del cuartel, en las ventanas, habían apostados
soldados veteranos profiriendo frases y moviendo los brazos al aire
como si de una peli de zombis se tratara...
!! Carneeee frescaaaa
!!
Continuará...
A. David Palacios
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