sábado, 14 de junio de 2014

DIARIO DE MI PUTTA MILI – 2ª PARTE

De camino a la Legión.
Llegamos a puerto y desembarcamos y pude comprobar que aunque se respiraba aire mediterráneo, para nosotros aquello eran otras tierras, otro mundo.
Después de pasar los macutos por aduanas, un grupo de soldados estaban en la salida informándonos de adónde debíamos de ir, y en los aparcamientos del edificio del puerto se encontraban 2 camiones militares con más años que el chupete de Chanquete.
Nos formaron en filas y nos pasaron listas. Sólo dos reclutas no se habían presentado.
Un mando militar nos empezó a informar de que antes de ir a nuestro destino ya designado, nos llevarían a la Legión para que tuviéramos la oportunidad de alistarnos pues era cosa voluntaria.

 
Nos llevaron al cuartel del Tercio de la Legión y al pasar por el arco de la entrada me fijé en la lectura anacrónica de sus muros. Nos invitaron amablemente a entrar en un salón enorme dispuesto para la ocasión dónde se encontraban grupos de mesas con 10 sillas cada una en la cuál había un legionario vestido con el uniforme de paseo.
Nos iban informando que debíamos de sentarnos en las sillas, que iba a empezar el espectáculo, pues nos iban a poner una película en una pantalla de proyección.
Nos pusieron una película donde nos explicaban que la Legión era chachi piruli, que lo pasaríamos bomba ( jiji ) y que nos divertiríamos mogollón.
Ah y nos pagarían 12,500 pesetas al mes. Pa morirse desde luego... jajaja.
Entiendo que tenían que adornar todo aquello pues al ser decisión voluntaria, pues algún aliciente de ésa índole podría convencer a más de uno.
Me pareció una estrategia muy convincente pero perdonad que os diga que aunque soy mu patriota y me hubieran adornado a la querida cabra...

                                                un poquito de pó favó!!

Entonces una vez finalizada la proyección del vídeo, el soldado comenzó a explicarnos más detalles de la vida del legionario. Y mientras nos hablaba, por una de las enormes ventanas del edificio que nos encontrábamos, vimos un desfile legionario. Me entró tal estrés, que si en algún momento tenía ganas de apuntarme, automáticamente ese deseo se disipó al ver aquello. Aunque respeto y admiro a esa parte del ejército, no va conmigo.

Me fijé que el soldado de mi mesa mientras nos iba comentando y respondiendo a las preguntas que les hacíamos, tenía un ojo morado. No mu convencido nos dijo que se había caído haciendo las “ tareas “ diarias.
Me parto y me mondo...jajaja.

En fín que cuando todo aquello terminó, sólo 4 reclutas se apuntaron. El resto salimos de allí a más de mil...glupp.
Al salir del edificio, nos volvieron a formar y a pasar lista y comenzaron a nombrarnos uno por uno y a darnos nuestros destinos finales.
A mi me tocó en el acuartelamiento Monte Hacho, sede del Grupo de Artillería de Costa y el Grupo de Artillería Antiaérea VI de Ceuta.


Yo en ése instante no entendí nada, pues entre los nervios, lo de la legión y aquel ambiente tan extraño sólo pensaba en una cosa... Quiero ir con mi mamá!
Nos montamos en nuestros respectivos camiones dispuestos como los animales que van al matadero.
Me hacía gracia ver el rostro de mis compañeros pues seguro que era fiel reflejo del que yo tenía en esos momentos.
Cuando llegamos arriba, pues el cuartel estaba en la cúspide de una monte, tuve la primera impresión que se me quedó marcada para siempre en el subconsciente.
En la entrada, presidiendo la fortaleza se encontraban dos piezas de artillería antiaérea más viejas que los zapatitos de bebé del rey Alfonso XIII.

Eran ya casi las 8 de la tarde cuando entraron los camiones en el interior del cuartel y nos bajamos a formar de nuevo.
Nos llevaron en fila hacia la armería para darnos los uniformes y explicarnos varias cosas sobre aquel lugar y algunos consejos de cómo estaba distribuido el cuartel. Nos llevaron hacia la camareta para asignarnos nuestra cama y taquilla, dejamos las cosas allí y nos llevaron al comedor para cenar.

Después formamos de nuevo para pasar otra vez lista, el sargento de guardia nos dió un pequeño discurso de bienvenida y nos dirigimos a nuestras camas para finalizar el primer día en mi nueva aventura, pero nunca olvidaré una escena que vi al entrar en el edificio. Una escena que ni en una película de terror de la época.

En la fachada de uno de los edificios del cuartel, en las ventanas, habían apostados soldados veteranos profiriendo frases y moviendo los brazos al aire como si de una peli de zombis se tratara...


                                                 !! Carneeee frescaaaa !!



Continuará...



A. David Palacios

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