Llegada a
Ceuta.
Rondaba últimos de
Agosto de 1,992. Yo con 18 años, iba camino hacia Sevilla capital en
el autobús de línea de Los Amarillos recordando entre lágrimas la
despedida que me habían echo mi familia y con un poco de miedo en el
cuerpo, pues yo nunca había salido de mi Sevilla y menos de la
península, destino: Ceuta.
Llegué a la
estación del Prado de San Sebastián, me bajé del autobús y me
dirigí hacia la cafetería a tomarme un café mientras esperaba el
siguiente autobús que debía coger hasta llegar a mi siguiente
destino: Algeciras.
Noté como a mi
alrededor se iban agolpando otros reclutas como yo, pero mi timidez
me impedía preguntarles cuál era su destino, pero a simple vista se
veía, pues sus macutos los delataba.
Pasado un poco más
de una hora, llegó el autobús que me llevaría a Algeciras en un
viaje de una parada en 3 horas y media.
Cuando me acerqué
al autobús me dí cuenta de que los otros chicos que estaban
esperando también iban a mi mismo destino. Entonces mientras
introducíamos los macutos en la parte asignada para tal fin,
rompimos el hielo y comenzamos a saludarnos e intercambiarnos la
misma pregunta:
- Eres recluta?
- Sí!
- A tí dónde ta
tocao?
- A Ceuta y a tí?
- Anda al mismo
sitio, jajaja!
Mientras nos
subiámos y elegíamos asiento, me di cuenta que el 80 por ciento de
los viajeros eran todos reclutas y pude comprobar como el miedo se
reflejaba en sus ojos, pues la expresión de sus caras los delataba.
Una mezcla de miedo, inquietud y sorpresa se reflejaba en sus
rostros... y en el mío.
Me senté en un
asiento cerca de la ventana en la parte derecha, pues nunca he ido de
acompañante en un vehículo y así poder evitar que me entrase
mareo, que es lo que me ocurre cuando me siento en el lado izquierdo.
Mientras me
acomodaba en mi asiento, me relajé pues el viaje iba a ser largo
para lo que yo estaba acostumbrado y me puse a recordar la despedida
de mi familia y también aquel día que recibí aquella carta del
ejército dónde me avisaban de mi pronta incorporación a filas en
Ceuta, se me cayeron los palos del zombrajo, como decimos por aquí,
pues nunca creí que me tocaría ése destino, en principio, tan
lejano.
Después de un
descanso obligatorio durante el trayecto, llegamos a la estación de
Algeciras, nos bajamos, cogimos nuestros macutos y nos dirigimos
hacia el puerto para coger el barco que nos llevaría a nuestro
último destino.
Como anécdota recuerdo que mientras caminábamos hacia el puerto que habría un kilómetro más o menos, se nos acercó unos grifotas con navajas para robarnos, pues ellos sabían que los reclutas llevábamos algún dinero encima. No os podéis imaginar como corríamos asustados perdíos...jajaja
( Me río ahora,
pero todavía me falta el aliento pues ni el Induráin en su bici nos
hubiese ganado en una carrera en aquel momento, jeje )
Yo nunca había
viajado en barco. Estaba nervioso, excitado, perplejo y yo qué se
más. Eran muchas las emociones que se me agolpaban unas encima de
otras y un sentimiento de aventura se me iba formando en mi mente.
Aventura pues con
sólo con 18 años, con sólo el roce de mi familia, amigos y mi
novia, ( no me olvido de sus lágrimas y aquel beso de despedida en
un rincón de la parada de autobuses de mi pueblo con la promesa de
que le escribiría en cuanto llegara al cuartel ), me encontraba en
un barco, con gente desconocida en dirección al destino que se
convertiría en mi hogar durante los siguientes 9 meses.
Me fuí a proa para
disfrutar de aquel mi primer viaje marítimo para disfrutar de las
vistas y de la brisa salada y ya allí tuve contacto directo con
algunos reclutas e intercambiamos impresiones, miedos e imaginábamos
en voz alta cómo sería aquel kit kat en nuestras vidas en aquellas
lejanas tierras.
Durante el trayecto,
una manada de delfines se nos cruzó en dirección desde el Atlántico
hacia en interior del Mediterráneo. Qué panorama tan hermoso.
El trayecto duró
apenas una hora y media y una sensación de temor, incertidumbre y
angustia se apoderó de nosotros, cuando pudimos ver desde lejos como
nos acercábamos al que sería nuestro destino, Ceuta, la Perla del
Mediterráneo.
Continuará...
A. David Palacios
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