Miraba a mi derecha y noté cómo las olas se subían unas encimas de otras al compás del sonido estridente al llegar a la orilla. Miré a mi izquierda y allí estabas. Es una sensación que sólo sucede la primera vez;
¿Amor a primera vista?
No lo sé, pero sentí la imperiosa necesidad de conocerte. Me acerqué a ti y estabas haciendo flexiones, entonces me eché al suelo en idéntica posición y después de un saludo, comenzamos a charlar.
El esfuerzo del deporte nos obligada a
hablar entrecortadamente y decidimos incorporarnos. Nos saludamos más
protocolariamente y nos presentamos. Vaya, tenías mi misma edad. Te
diste cuenta de que el sudor me corría por la mejilla y me invitaste a
darnos un baño en la playa para refrescarnos.
Por supuesto que acepté.
Cuando salimos, caminamos un rato y empezamos a contarnos intimidades,
entonces me pediste que si yo quería acompañarte a tomar un café y yo
amablemente, acepté.
Cojiste tu toalla y fuimos a un garito de playa que en esos momentos sólo acababa de abrir y nos pedimos un café. Al tuyo pediste al camarero que le echaran un chorro de coñac. Yo, descafeinado con leche condensada y sacarina.
Cojiste tu toalla y fuimos a un garito de playa que en esos momentos sólo acababa de abrir y nos pedimos un café. Al tuyo pediste al camarero que le echaran un chorro de coñac. Yo, descafeinado con leche condensada y sacarina.
Se nos pasó la mañana
charlando entre risas y miradas cómplices, pero cuando nos fuimos a
despedir, me dijiste que aquello sólo había sido un casual encuentro
entre dos almas perdidas en la inmensidad de éste mundo. Nos despedimos.
Si te volviera a ver, volvería a tirarme
a tu lado a hacer aquellas flexiones que no nos dejaban hablar y nos
robaba la respiración. Hoy, bajo a pasear por donde mismo y miro a la
izquierda y no estás.
Pero miro a mi derecha y allí estaban las olas
unas encima de las otras al compás del sonido estridente al llegar a la
orilla. Qué maravilloso mundo inmenso habitado por hermosas almas
perdidas.
Dedicado a aquellas personas que hoy día en el siglo XXI, sufren
persecución por su orientación sexual. La homofobia, un fenómeno
arraigado en todos los estamentos de nuestra sociedad actual y un
misterio de cómo a lo largo de la historia ha ido evolucionando en
decrimento de una humanidad libre dónde se cacarea a bombo y platillo
eso de que Dios nos dió el libre albedrío y es lo que nos identifica con
los demás seres del universo, lo especial que somos.
¡¡Qué cosas!!
A. David Palacios
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